buru-belarri, buru eta bihotz, burugogor!

cabeza-corazón

Arantza Santesteban

¿Somos capaces de imaginar a alguien sin tener la imagen de su rostro?
El alma sería el ente sin rostro, una presencia sin rostro.

 Aurrez-aurre. Buruz-buru. Frente a frente.

Georges Didi-Huberman estudió en profundidad las fotografías del autor Philippe Bazin en su libro Peuples exposés, peuples figurants (Pueblos expuestos, pueblos figurantes). Estudia dos imágenes principales. La primera es una fotografía de la serie Vieillards (1985-1986), y, la segunda, La habitación (1983).

En la primera imagen aparece en primer plano la cara de un anciano, un hombre blanco. El plano está tomado desde tan cerca que no entra toda la cara en el encuadre. Aparecen todas sus arrugas, sus ojos gastados, es la cara de un hombre que está cerca de la muerte. En la segunda imagen vemos una habitación, una sala fría de hospital, y en el fondo un cuerpo que parece ser de mujer, un cuerpo abatido en una silla. Didi-Huberman nos habla a través de estas dos imágenes del encuadre largo y del encuadre corto. El mencionado plano largo (en el lenguaje cinematográfico, plano general) tiene la capacidad de ubicar el paisaje y el momento.

El plano corto, sin embargo, es el plano del detalle. Todo nos aparece de frente, cara a cara. Philippe Bazin retrató la cara de ese anciano hombre blanco en la serie fotográfica Faces. En ella aparecen otras muchas caras y no son caras cualesquiera, son caras de personas ancianas que viven en un hospital esperando la muerte.

Más que retratos, son caras desnudas.

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