paladin

el arte de gobernar accidentes

Iñigo Astiz

La exposición Paladin se ha abierto al público en Bastero Kulturgunea de Andoain dentro del programa Harriak, dedicado a la apertura de nuevos espacios para el arte contemporáneo. La colección reúne las obras de Miren Barrena, Leire Lacunza e Ibon Landa, y también incluye una proyección de vídeo para principios de diciembre.

«De repente tenía piezas nuevas». Miren Barrena (San Sebastián, 1996), con la transparente alegría de alguien que acaba de hacer un descubrimiento, ha recordado el trabajo de montaje de la exposición colectiva Paladin que han inaugurado en Bastero Kulturgunea de Andoain. Leire Lacunza Miranda (San Sebastián, 1996) e Ibon Landa Amutxategi (Vitoria, 1994) son los otros dos creadores que forman la exposición, y la mediación ha corrido a cargo de Damaris Pan, artista y profesora del Grado de Arte y del Máster de Pintura de la UPV-EHU. Sin embargo, no han tenido el viento a su favor.Debido a los continuos cambios en las medidas sanitarias y de seguridad, durante varios meses no han sabido si llegarían a organizar la exposición, y tras esa época de incertidumbre, al fin han podido llevar a cabo la inauguración en mitad de una pandemia que ha paralizado el País Vasco. Por ello, las explicaciones que ha dado Barrena sobre los dos días completos que dedicaron a montar la exposición son especialmente intensas, ya que contrastan de lleno con la lentitud que prevalece fuera de la sala. «Hemos estado trabajando juntas durante todo este tiempo, y cada una de nosotras ha podido intervenir en las decisiones y espacios de las demás”.
Gracias a ese proceso de diálogo y colaboración, algunas de las obras que ahora están expuestas han surgido en la propia sala, y precisamente también por esa colaboración las pinturas, esculturas, instalaciones y vídeos de cada uno de los artistas aparecen mezclados, a pesar de que cada artista mantiene su propia voz. Ese diálogo entre la totalidad y las partes que la conforman representa una de las características del conjunto. La exposición misma parece estar buscando su forma ante los ojos de los visitantes. Moviéndose. Viva. Cuando todo a su alrededor permanece parado. Estará abierta hasta el 5 de diciembre.
El aire ha sido una de las materias primas de la exposición. La mediadora Damaris Pan conocía desde hace tiempo a los tres artistas y sus obras, y en el acto de presentación destacó la motivación hacia el arte que muestran los tres creadores a través de su manera de afrontar la práctica. De ahí el título: Paladin, refiriéndose al caballero que destaca por su valentía y su fuerza, y que indica que se es defensor entusiasta de algo o alguien. Quizás, casualmente, se trata de una palabra divisible en tres sílabas, pa-la-dín, que, además, obliga con cada dicción a ir poco a poco expulsando la lengua desde dentro hacia fuera. Una unión de tres golpes. Y, por ello, la necesidad de trabajar tanto las piezas, como también el aire que transcurre entre ellas.
Leire Lacunza Miranda
La artista Leire Lacunza Miranda se ve a sí misma ante una encrucijada. Entre la mano y el ratón. El pincel y el teclado. La tela y la pantalla. Pero, ante todo, siempre es «y», pero nunca «o». Las obras recopiladas en la exposición Paladin nos muestran ese estado.
Cursó el Grado de Arte en la Universidad del País Vasco, y actualmente estudia el Máster de Pintura en la misma institución.  Participó en el Taller para Artistas de Tabakalera en San Sebastián en 2018, y un año más tarde tomó parte en un programa de residencias en Pekín. La mayoría de las obras expuestas en la exposición son del último año, y en todas ellas se vislumbra la tensión entre el mundo digital y el analógico. Pero esa primera encrucijada es la antesala de otras muchas. «Todo ha empezado a enloquecer», ha admitido.
«El último año ha sido intenso. En Pekín estuve pintando con óleo y trabajando también de forma digital. Muchas veces trabajo con Photoshop, y me gustan mucho algunos procedimientos que este programa facilita, a pesar de que cuando los llevo al papel no siempre obtengo los resultados que imaginaba. Tenía ese conflicto, y se me ocurrió acercarme a los procesos del Photoshop mediante otros procedimientos manuales». Pone un ejemplo: «Empecé a calcar figuras que me gustaban. Seleccionaba una parte de una imagen que me interesaba y calcaba solo las partes blancas».
El visitante podrá ver varios de esos calcos en Andoain.
«Mi forma de trabajar es muy obsesiva. Me pongo con algo durante una semana, y lo hago a tope. Empiezo a cortar algo y corto, corto y corto; si calco algo, calco, calco y calco. Y mi lugar de trabajo se empieza a llenar. Tenía trozos de cosas por todas partes, y así algunos se empezaron a amontonar en la mesa, quizás porque ese era el único punto limpio del estudio y porque era allí donde dejaba las cosas que me iban gustando. Allí empezaron a amontonarse unas encima de otras, y de repente lo vi: ¡uau!».
Y ahora ese «uau» que ha mencionado Lacunza puede verse en la pared central de la exposición. Un artefacto de varias capas. Con varias transparencias pintadas y superpuestas. Con calcos. Con siluetas. Con óleos. Colgando. Quieto.
¿Demasiado quieto quizás?
«Me gustó mucho volver a abrir esa pieza para la exposición. Se desmontó. Me gusta la imagen que se crea en conjunto, pero también la posibilidad de poder abrirla, y el cambio que se genera al moverla de un lado a otro».
He ahí la segunda encrucijada: entre lo quieto y el movimiento. Y también la tercera: la del volumen.
En la misma pared, justo al lado de esa obra, hay otra formada por aún más capas, más explícita que la anterior. En este caso, las capas del artefacto están colgadas por los largos tornillos que salen de la pared, sujetas con unas pinzas: cualquiera puede quitarlas y reorganizarlas. «En ese caso también tenía muchos collages en el estudio, y no sabía dónde dejarlos. Según el deseo del momento o la necesidad los iba dejando en un lado u otro, y a veces también los podía colgar. Aquello empezó a tomar un cuerpo que echaba de menos en mis obras».
¿Hacia una escultura?
«Estoy en crisis. Bueno, no en crisis, pero no lo sé muy bien. Siempre he dicho que soy pintora. He trabajado con la pintura principalmente, y estas también son formas de acercarme a la pintura. Ahora el trabajo está adoptando otro cuerpo, y me planteo que quizás debería tomar aún más cuerpo, pero yo creo que mis inquietudes provienen sobre todo de la pintura. Veremos hacia dónde va».
Ibon Landa Amutxategi
En primer lugar, Ibon Landa Amutxategi habla sobre las características de la sala de Bastero Kulturgunea. «Por un lado, tiene paredes parecidas a las de los museos, pero, de repente, también tiene una pared inclinada. Tienes los dos extremos a mano: uno para jugar y el otro para mostrar todo tu orgullo, sobre las paredes blancas». Y, precisamente, ha organizado sus piezas de la exposición mediante un diálogo con la sala.
También cursó el Grado de Arte en la Universidad del País Vasco, y en 2017 participó en el Taller de Artistas de Tabakalera junto a Itziar Okariz y Jon Mikel Euba. Del mismo modo, empezó el Máster de Pintura de la UPV-EHU el pasado año, y allí fueron creadas algunas de sus piezas compuestas por páginas de revista cubiertas con tinta china y cola y que pueden verse en la exposición. Según dice, comenzó esa serie en su estudio como calentamiento. «Para coger el tono». Cogía páginas de revistas y las cubría con tinta negra, y luego jugaba con ella. Arrancando. Quitando. Arañando.
Y se han convertido en obras de arte independientes.
«Empecé a pintar las páginas directamente en la revista, pero este formato solo permitía visualizar el trabajo a una persona mientras la sostiene en las manos, así que solté las páginas, para poder organizarlas de una forma u otra según el lugar. Las guardé y pensé que decidiría la disposición en el último momento». Y eso es lo que ha hecho en Andoain. Ha colocado estos papeles organizados en varios grupos, reflejando a modo de espejo la  inclinación de la pared de la sala.
Querer escapar del negro ha sido el principio de las demás piezas que ha expuesto.
No quería que el visitante lo imaginara totalmente negro. «Me entró el complejo». Por eso mismo ha llevado otras piezas a Bastero, todas ellas relacionadas entre sí. Casualmente. Una de ellas es una sábana roja desplegada en mitad de la sala, con el eco de las formas de la ikurriña; otra es un conjunto de 15 piezas de madera clavadas en la pared de la entrada. Con forma de pájaros.
¿Son pájaros?
«Llámalos como quieras. Me gusta lo de los pájaros, es bonito». No obstante, él las ha denominado «maderitas» o «maderas». Y con esa sencilla elección, dice sin decir que prefiere dejar la imagen sin cerrarla del todo.
«Antes hacía tallas con las herramientas de mi abuelo. Llevaba a la facultad un par de gubias. Después, el año pasado retomé estas herramientas y me quedaba atontado observando los trozos de madera que salían de aquellas tallas. Eran como los negativos de las figuras de madera que estaba realizando. En lugar de echarlos a la basura, los acumulaba en una esquina, hasta conformar una pequeña montaña». Y supo qué hacer con ellos a través de Leire Lacunza.
En el Máster de Pintura los dos artistas trabajaban uno al lado del otro, y Landa repitió en aquellos trozos de madera un gesto que vio hacer a su compañera. «De pie, Leire vació un bote entero de cola sobre sus trabajos y yo imité el gesto. Eché cola blanca a la punta de la montaña y, después, comencé a desmontar la meta de madera, donde encontré algunas piezas pegadas entre sí».
Tras este accidente, empezó a unir los pedazos con mayor conciencia. Los llevó a Andoain en una caja y estando allí se le ocurrió atornillarlos en la pared de hormigón situada en la entrada a la sala.
¿Y la ikurriña?
«No sé si es una ikurriña…». Igualmente, prefiere dejarlo abierto.
Según cuenta, en 2016 murió su abuela y enseguida comenzó a pintar sus sábanas. Lo empezado en aquel momento es una de las obras que expone hoy en Andoain. No obstante, el camino de la pieza ha sido largo hasta llegar a la forma actual.
Colocó unos recortes de tela sobre la sábana teñida un año antes, formando una especie de ikurriña a la que le faltaría la línea horizontal. No muy convencido dobló y recogió la pieza y así estuvo guardada durante dos años en el estudio. En 2019 la volvió a extender en su espacio del Máster para mostrar el trabajo que había estado realizando con las sábanas. La desplegó nuevamente, y la sábana se extendió entera, pero los trozos de tela añadidos quedaron doblados por la mitad. «Recuerdo qué clic me ocasionó aquello, porque en ese momento la pieza quedó acabada».
¿Accidentes?
«Por supuesto, no es un gesto que realizara a propósito, pero lo vi y reconocí como algo mío en ello».
Miren Barrena
El recorrido de la exposición comienza con un gran mural en blanco y negro de Miren Barrena. Al bajar las escaleras el visitante podrá ver en la pared de su izquierda una pieza conformada por un centenar de trozos de papel. En un principio el visitante únicamente apreciará formas geométricas abstractas que parecen hechas en una fotocopiadora, pero el título de la pieza dará la pista para comprender la carga irónica de la misma: Usoaren apunteak (Los apuntes de Usoa).
El trabajo, en esencia, es una reivindicación de la práctica artística.
La artista ha dado la explicación con una pequeña sonrisa. «Estoy cursando un máster de investigación en la Universidad del País Vasco y la pieza la he configurado con los bordes de los apuntes que me proporcionó una profesora, —más concretamente con los trechos negros de los bordes de las fotocopias que realizó la profesora—. Nos dan un montón de apuntes y el máster es muy muy teórico. Yo observaba atónita la cantidad de tinta que se desperdiciaba en las esquinas de aquellas fotocopias y miraba asombrada todos los tonos negros y matices que se podían apreciar. Decidí que debía utilizar esa tinta. Corté los bordes, hice una composición con todos aquellos restos, saqué una foto y esa es la obra. Para mí fue una especie de gesto para señalar que yo valoro más la práctica».
Los trabajos de los tres creadores de la exposición Paladin proponen este tipo de gestos, según comenta Barrena. La utilización de los bordes. Esos vaivenes entre lo sobrante y la materia prima. Esa mezcla entre el accidente y la destreza. Y para ilustrar esta idea ella misma recuerda una frase del texto de la exposición escrito por la mediadora Damaris Pan: «Cualquier cosa puede convertirse en soporte y cualquier cosa soportable».
Entre el trabajo de los tres artistas, el de Barrena es el más corporal.
Junto con el mural inicial, también presenta un vídeo en la exposición, pero destacan sobre todo las esculturas colocadas en la sala. Son continuas las referencias a las partes del cuerpo: hay cinturas humanas, cuatro pies de hormigón unidos por una especie de banda, el molde de un pecho creado con papel de revistas… También ella cursó estudios de arte en la Universidad del País Vasco y se encuentra ahora realizando el máster, así como colaborando en el taller de la artista June Crespo. También ha realizado estudios circenses y el visitante podrá verla haciendo ejercicios de contorsionismo en el vídeo de la exposición. Ella lo vive todo ligado. «Para mí la escultura es casi como un deporte».
«La mayor parte de las piezas para la exposición las he creado en el trastero de casa. En la época de confinamiento lo utilicé como taller. Es muy pequeño y es necesario subir un montón de escaleras para acceder. La mayor parte de las esculturas de la exposición las he creado desde el confinamiento hasta hoy, todas en el mismo lugar. Me cansaba mucho, ya que tenía que ir y venir constantemente, subir y bajar escaleras, a por agua o a por cualquier otra cosa. En la pintura el proceso es más pausado. En la escultura también está siempre la mente ahí, pero siento que tengo otros sentidos mucho más despiertos. Tuerzo, muevo, doblo las cosas… Utilizo las manos, las piernas, las rodillas… Me valgo de todo el cuerpo. Necesito una gran conciencia corporal».
¿Y lo del deporte?
«La pintura mentalmente me resulta muy dura. En la escultura también existen momentos difíciles, pero haciendo este trabajo lo he pasado muy bien. Tal vez porque para mí es como otro deporte. Como ocurre en el circo, el deporte no es únicamente físico, también tiene un aspecto creativo».
El vídeo también contiene material que encontró en el trastero. Concretamente ha utilizado la colección de diapositivas de su padre, que puede verse pasar en el vídeo que grabó durante el confinamiento y en el cual se puede identificar fácilmente una esquina corriente de un pasillo corriente en una casa corriente.
Las diapositivas proyectan en la pared de la casa los recuerdos familiares y el visitante puede ver a Barrena situada delante de ellas. Conversando con ellas. En cierto momento el cuerpo de la artista se fusiona con las imágenes de lo que parece un baile de las fiestas de un pueblo; ella realiza ejercicios de contorsionismo entrelazados con imágenes de un paisaje; simula correr sobre la proyección de una carrera… «Me parece que mis piezas de la exposición están relacionadas entre sí por haber sido creadas todas en el trastero. Familia, deporte, cuerpo… Veo el trabajo ahora como si fuese una serie. Como si todos fueran miembros de una misma familia».
Además de señalar algunas de las cualidades del trabajo de los artistas, la mediadora Damaris Pan reseñó en la presentación los fuertes vínculos entre sus obras y modos de proceder de los tres. Remarcó también el carácter “desmontable”y “remontable” de muchas piezas de la exposición. Y es esta característica, precisamente, un rasgo de la proyección de vídeo que se podrá ver el 1 de diciembre en Bastero. Desde la exposición Paladin se ha extendido la propuesta a ESCIVI, escuela de cine y vídeo de Andoain, desde la que se está trabajando a partir de material de vídeo producido por otros autores, seleccionando fragmentos, desmontándolos y volviéndolos a montar de otra manera. Así, los resultados de este trabajo se mostrarán en la proyección del 1 de diciembre, de 11:00 a 13:00. El evento lo han titulado Zinema Paladin. En este caso, esa especie de suma que nos propone la exposición, se convierte en multiplicación, con tres y con los tres, zi-ne-ma, pa-la-din.