Hoy la campana de la iglesia de Xemein se despierta acompañada, su solemnidad queda rasgada, errada, rallada por unos vientos de calamidad que se hacen llamar Txaranga Urretabizkaia. Este es el anuncio del comienzo de un día de “Ereregiz doinuak”, un nuevo programa de Harriak conducido por el músico Miguel A. García en el que los sonidos cobran protagonismo en Markina-Xemein.
Terminan las campanadas de las 12:00 y tras la composición “Dodeka”, comenzamos el peregrinaje como ratillas tras nuestros flautistas de Hamelín, pero esta vez en lugar de sacarnos fuera del pueblo nos vamos adentrando en él, conociendo los diferentes rincones, elegidos ex profeso por la Txaranga, a través de los sonidos hilarantes y grotescos de las composiciones que nos brindan, realizadas la mayoría de ellas para los lugares: “Simón”, “IOUAE”, “Autista de Xemein”, “Euskal Pong”, “Revoluciones” y “Desescondite”.
La Txaranga Urretabizkaia tiene una formación cambiante, cuyos miembros van desde: Luis André, Luis Candaudap, Terri Florido, Jon Mantxi, Fito R. Escudero, Sara Padilla, hasta Unai Requejo, Ibon RG, Myriam Rzm, Fernando Ulzión y Lars Windgun. Este día en Markina-Xemein, no estaban todos los vientos al completo, pero nos deleitaron igualmente, dejando que la decadencia, el patetismo y las miserias puedan tomar el lugar que merecen en la música, desde una representación sincera y audaz, que combina todo esto con un toque de humor necesario para ayudar a resolvernos con nuestros dramas personales.
El zirimiri nos acompañó en buena parte de la jornada, molestando lo justo y dando la atmósfera adecuada para una decadencia bien llevada. Decadencia del festejo, que nos llevaba a parecer a ratos una procesión funeraria más que una charanga tradicional.
Tras visitar diversos monumentos y callejuelas de Markina, llegamos a la Universidad de la Pelota, donde destacó la actuación del “Euskal Pong” de la Txaranga Urretabizkaia, la cual ponía sonido en directo al partido de los pelotaris txikis, con una maravillosa interactuación entre ambos que nos dejó expectantes. Aquella manera de responder ante esos sonidos guturales y casi boicoteadores, con esa precisión y destreza, nos hace ver un futuro prometedor para la pelota vasca en las nuevas generaciones de Markina.
Para terminar con “Descondite”, pieza que se puede ver en el canal de Youtube de la Txaranga Urretabizkaia1, nos despedimos de esta kuadrilla ventosa quedándonos huérfanas de guías músico-espirituales.
https://www.youtube.com/watch?v=v1aKl48AwTI
La Txaranga Urretabizkaia tiene colgados en su canal de Youtube dos vídeos correspondientes al evento de “Ereregiz doinuak”; “Simón”, uno de los primeros con los que nos deleitaron y el mencionado “Descondite”, con intención de seguir compartiendo más.
Continuado con nuestra particular kalejira, llegamos a la Ermita de San Miguel de Arretxinaga construida en 1740, y en ella, sentada frente a una figura de San Miguel y las mágicas piedras que parece proteger, Garazi Navas, una joven acordeonista recién licenciada en el Centro Superior de Música Musikene, y que no ha parado ni un momento de tocar desde entonces, nos ofrece un concierto muy especial.
El acordeón suena entre sus manos como un instrumento realmente poliédrico, del cual saca los sonidos más inesperados. Comienza con una pieza del compositor contemporáneo finlandés Tapio Nevanlinna, de 2002 titulada “Hug”, y va pasando por otros compositores muy diversos como el vasco Félix Ibarrondo y su pieza “Arinka” de 2003, el español J.M. Sánchez-Verdú con “Zuria” de 2014, o la pieza “Psalom”, original de 1985, del estonio Arvo Pärt. Esta diversidad nos hace descubrir las diferentes cualidades del instrumento y la diversidad de sonidos que pueden brotar de él, dándonos muestras del despliegue técnico de años de trabajo con un elemento que forma ya parte inseparable de su instrumentista.
Esta especial elección de las piezas, donde los diversos cambios acentúan los ritmos de atención del público, es uno de puntos fuertes de esta joven músico, la cual nos describe tan vívidamente la selección de las mismas como lo hace representándolas con su acordeón:
Escogí estas obras porque son una pequeña y muy variada representación de lo que se puede hacer con un acordeón hoy en día. Quería mostrar la versatilidad del instrumento, un instrumento moderno (nunca mejor dicho, ya que organológicamente no se ha desarrollado completamente hasta finales del siglo XX), pero a su vez identificado en nuestra memoria colectiva como instrumento folklórico vasco, como protagonista de un festival de arte moderno como “Ereregiz doinuak” en un marco tan tradicional y con tanto peso como es en este caso la ermita Sam Miguel de Arretxinaga de Markina. Modernidad y tradición a través de la música que moldea un mismo fuelle.
Entre las elegidas hay obras originales para el instrumento que se pueden clasificar dentro de lo que se llama “música contemporánea” o “vanguardista”, como “Hug”, “Arinka” o “Zuria”, cada una en su estilo, muy diferentes una de otra, pero las tres unidas por la conexión que tiene cada una a su nivel con la música tradicional que flota en la memoria de sus respectivos compositores, cada uno con diferente lugar de origen. Por un lado, “Hug” es una obra en estilo lírico diría yo y muy expresiva, de desarrollo lento. En mi opinión podría estar perfectamente escrita para un coro de voces. Tiene una polifonía cristalina, con armonías inesperadas y con un poso de la música tradicional finlandesa, que va saliendo a la luz si vamos quitando capas de esa armonía atonal y dejamos el esqueleto melódico a la vista.
Por otro lado “Arinka”, una obra muy rítmica, rebosante de energía, incluso a veces llegando a ser hasta violenta. Lleva al instrumento a sus extremos, tanto de tesitura, como de dinámica, y lo explota hasta casi romper y desgarrar el sonido. Con los impulsos de un arin-arin, danza tradicional vasca llena de fuerza y muy salvaje, que subyace en todo ese magma inestable de sonido explosivo. Finalmente, “Zuria” es una obra de texturas, busca crear nuevos sonidos desde el acordeón, consiguiendo que no suene como un acordeón, sino como otro instrumento nuevo. Llena de tensión, requiere un esfuerzo máximo para un resultado sonoro mínimo, la imagen del intérprete casi sufriendo por conseguir esos sonidos es casi contraria a lo que se escucha, que son sonidos que requieren de mucha concentración por parte del público para poder percibirlos plenamente. Diversas texturas que se van superponiendo y sucediendo, con pequeños motivos melódicos que aparecen y desaparecen. Motivos conectados de manera melódica con la música tradicional árabe sufí, elemento recurrente en la música de Sánchez-Verdú. Por lo tanto, una vez más modernidad y tradición de la mano en las tres obras.
Aparte de esas tres obras originales, interpreté dos transcripciones, es decir, obras arregladas por mí para el acordeón que no están escritas originalmente para este instrumento. Para mostrar de alguna manera, que aunque sea un instrumento moderno puede interpretar sin problema músicas de otros instrumentos y de otras épocas anteriores. Ya que el repertorio es inmenso y muy rico, y sería una injusticia limitarlo únicamente a nuestros días o a las obras más cercanas. “Psalom” obra del famoso compositor estonio Arvo Pärt, gran representante del minimalismo sacro. La escogí por un lado para mencionar de alguna manera o hacer alusión a lo sagrado del espacio, la ermita San Miguel de Arretxinaga, un lugar con tanto peso simbólico, tanto pagano como cristiano. “Psalom” significa “salmo” y está basada en el salmo 112 (112 en la numeración original, 113 en la nueva numeración) “Laudate pueri” (“alabad siervos del señor”). La música respeta al pie de la letra los 9 versos del salmo, escrito en idioma eslavo eclesiástico (idioma litúrgico de la iglesia ortodxa, confesión del compositor), y aunque no es música vocal, es decir no se canta, sólo se toca, respeta todas las pausas del texto y sus sílabas acentuadas. Música muy embriagadora, que nos hipnotiza con su belleza y sus repeticiones nunca totalmente iguales, que surge de la nada, del silencio, y vuelve a la nada, al silencio.”2
- Garazi Navas, en entrevista realizada para la ocasión en agosto de
Hacia el final Garazi nos deleitó también con su inmenso chorro de voz, haciendo reverberar más aún los sonidos en el pequeño “lugar donde yacen las piedras”3, y sorprendiéndonos gratamente con la elección de varias piezas de la semiópera barroca “El Rey Arturo” de Henry Purcell.
De modo que quedándonos satisfechos por los diversos viajes por registros y culturas, salimos del encuentro místico al otro encuentro más terrenal, el del sencillo pero satisfactorio lunch de la kulturetxea Uhagon.
Con la tripa llena y sin desplazarnos mucho, ya que el siguiente evento se desarrolló en la trasera de Uhagon, fuimos a llenar otras necesidades, las que las chicas de Tripak Kolektiboa nos remueven y sacan de las suyas propias.
Este colectivo activo desde 2013, está formado por las artistas Mayi Martiarena (que en esta ocasión no actuó en esta pieza en Markina), Maite Mugerza, Marina Suárez Ortiz de Zárate, Natalia Suárez Ortiz de Zárate, y la violinista Andrea Berbois. 4
Para la ocasión, nos deleitaron con una pieza de teatro muy próxima al dadaísmo titulada “Urruna” y que llevan moviendo dos años por diferentes lugares, aunque parecería más bien que son los diferentes lugares los que se dan encuentro en esta pieza. Una obra desarrollada tan exquisitamente en y para ese espacio de la trasera de la casa de cultura, que podríamos describirla como site specific, aunque ellas hablan más bien de una obra viva, variable, que se va readaptando a cada lugar y que seguramente encuentre algo en cada uno de ellos para llevarse consigo. En esta ocasión apostaron por ese lugar, pese a la posibilidad de que una lluvia intensa pudiese desalentar al público, un lugar en el cual estuvieron trabajando in situ previamente a la presentación que nos ofrecieron, lo que se evidencia en la fusión tan orgánica que consiguieron con el espacio.
“Urruna”, la segunda pieza de Tripak, nace de imaginar un sitio lejano para ellas “empezamos a fantasear con cómo es, geografía, temperatura, quien andaría por ahí, quién ha estado desde siempre y quién es el que aparece…”5 y de un trabajo en arte en colectivo por un lenguaje común que no suele ser el más hablado, pero que ese día llegamos a comprender todos los que acudimos de público.
Los extraños personajes que, como explican, suelen elegirlos lejanos a ellas “(hombres, enfermos, o no humanos como animales, meteoritos…) para hacer un descubrimiento donde al final inevitablemente solemos descubrirnos nosotras (igual en aspectos que no estás tan orgullosa: ridículo, vago, ansioso, extraño..)”6 nos instalaban en un mundo que a pesar de tener estéticamente mucha cercanía con el absurdo, la abyección, lo fantástico y lo onírico, no estaba tan alejado de lo más mundano y cercano a la vida.
4 Para más información sobre el trabajo de Tripak kolektiboa, se puede acudir a su página de Facebook: https://www.facebook.com/profile.php?id=1000045021779493 Lo que viene a significar Arretxinaga, ya que es una ermita que se levantó para albergar una llamativa formación de rocas de origen hidrotermal.
5 Tripak Kolektiboa, en entrevista realizada para la ocasión en agosto de 2019.
6 Ídem.
Hain urruna ez den “Urruna”, talde honen gorpuzkeran behintzat. Algo que inevitablemente también nos recordaba la Txaranga Urretabizkaia y que parecía que ponían en común con Tripak, en esa risa un tanto dramática y entrecortada que desencadena el trabajo con un absurdo, que más que describirse como lo contrario a la razón casi lo vivimos como el nacimiento de toda posibilidad de raciocinio.
Al igual que con la Txaranga Urretabizkaia, en lo que en apariencia podría interpretarse desde fuera como una zona para la improvisación, nada más lejos de un trabajo de semanas en el espacio y años con cada pieza, solo que al no establecerse dentro de una narrativa normativizada y es más, diría que incluso queriendo romper con cualquier estabilidad que pudiera matarla, la identificación la encontramos más en los entres, en el potencial de lo no dicho y que te invita a imaginar otras posibilidades de encuentro en realidades que no son aparentemente la nuestra pero que están más cerca de lo común. Como en el caso de los personajes que ellas mismas explican que los eligen más bien lejanos pero que acaban por descubrir lo cerca que están de ellos, amorosamente cerca del extraño. Así también se daba el acercamiento que nosotras podíamos sentir con “Urruna”. Y para los que no pudieron estar y sentir esa cercanía, tendrán otra nueva oportunidad de verla, de manera siempre diferente -y más aún tras la residencia artística en la cual están sumergidas para darle otra vuelta a la pieza-, el día 19 de octubre en La Fundición, dentro del festival de teatro y danza BAD.
Una vez rota de nuevo la ficción por los aplausos del público, que nos instalan en una más dramática realidad, encaminamos nuestros pasos de nuevo hacia la Ermita de San Miguel de Arretxinaga, esta vez para experimentar sensaciones muy distintas a las anteriores a través de la pieza “Oholtza” de Beñat Krolem.
Sentados alrededor de lo que podrían ser dos personajes, Beñat toma la posición de un director, dando ciertas instrucciones a los performers, a los cuales les hace sujetar algunos elementos lumínicos rojos y azules, a juego de los colores que viste la figura de San Miguel. Los que podrían parecer actores, comienzan a deleitarnos con un saber más tradicional y conocido, son bertsolaris. A un lado Josune Aramendi, joven bertsolari nacida en Markina-Xemein, y junto a ella Xabat Galletebeitia bertsolari y profesor de bertsolaritza nacido unos años antes en Lekeitio. Confusos, les escuchamos comenzar unos versos en los que hablan del extrañamiento que les supone la condición impuesta por el artista.
“Oholtza” es una pieza que como describe Beñat, juega con una hibridación de diversas disciplinas, entre las cuales sitúa el bertso en un lugar primordial, ya que trata de formular su deconstrucción a través de un uso de elementos de tipo atrezo, y situaciones entre los elementos y los bertsolaris. Cuestiones éstas que nos podrían acercar al trabajo de artistas como el getxoztarra Mattin, quien pone en cuestión la libertad tanto de creadores como espectadores, con relaciones como instrumento e instrumentalización, en piezas como “Social Dissonance”, de la cual comenta: «Yo vengo de la escena del ruido, pero en un momento dado el ruido, como elemento sonoro, se convirtió en un género musical, y entonces empecé a explorar la idea de utilizar al público como instrumento”7.
A primera vista, podría ser interesante intentar sustituir la temática que hace arrancar como motivo principal a los bertsolaris por un elemento visual, sustituir la palabra cerrada por una imagen más abierta que pueda dar lugar a otro tipo de bertso, menos condicionado. Sin embargo y pese que en los primeros arranques tanto Xabat como Josune, tal vez más cortada al principio pero que salió reforzada hacia el final, daban cuenta de la extrañeza de sus situaciones corporales pudiendo tener una búsqueda a priori interesante en los versos, dada la insistencia al sometimiento y la incomodidad que se les hacía evidente, la situación fue tornándose poco a poco cada vez más incómoda tanto para los bertsolaris, que no paraban de mencionar el condicionamiento a su estado corporal, volviéndose sus bertsos cada vez más repetitivos y poco interesantes, como para un público que recibíamos en varias ocasiones una innecesaria violencia hacia los performers.
Posiblemente esta incomodidad sentida por el público y vivida por los bertsolaris, se debiera también a que en esta ocasión Beñat arriesgó a trabajar con dos bertsolaris locales con los que no tenía una relación tan estrecha como en anteriores ocasiones. Una propuesta, la de imbuirse en lo local hasta el fondo, arriesgada y de agradecer en Beñat, al menos dentro un programa como Harriak que predica con estos postulados.
Curiosamente la distancia que poco a poco me iba alejando de “Oholtza”, era contraria pero proporcional a la cercanía que podía haber sentido con las piezas de la Txaranga Urretabizkaia o de Tripak, en un trabajo con un no sentido que en su amor al absurdo, exótico o aberrante me brinda la oportunidad de entenderme ahí, y que en el caso de “Oholtza” por la violencia ejercida desde el sometimiento al bertsolari-performer por parte del director-artista me expulsaba fuera. Como si la imagen declarase sus intenciones sin dejar lugar a ninguna réplica, aunque el bertsolari lo intentase con todos sus medios. Como si el artista no me permitiese sentir el arte, o como si el arte no me dejara estar con las personas que están tras él.
Más incómodo aún era ver esa lastimosa distinción que a veces se hace, diría que desde un punto de ignorancia o egolatría vanguardista, entre el creador y el intérprete, en la que desde luego siempre situamos al artista en la zona del Creador (Dios) y donde el intérprete queda relegado a un mero trasmisor (mesías). Pero como diría Garazi en el fondo “no hay interpretaciones que estén bien o mal, sino interpretaciones que llegan o interpretaciones que no llegan”, por lo que la transmisión sería la cuestión última en el performer, así como en el artista, que también o te llega o no te llega pese a lo que podamos escribir, explicar o argumentar a favor o en contra.
7 Mattin en VALERO, Oscar “Mattin, el músico ruidista que convierte al espectador en “instrumento””, La Vanguardia, abril 2017, disponible en: http://www.mattin.org/essays/la_vanguardia.html
Acabada la pieza de Beñat, fuimos poco a poco desplazándonos hacia el último punto de encuentro, la Iglesia de Xemein, donde todo había comenzado a la mañana. Esta vez en un lateral, cubierta por uno de los arcos encontramos a la tolosarra Ana Arsuaga, más conocida esa tarde como Verde Prato. Ahí, al descubierto bajo un arco que le restaba algo de una lluvia que por momentos se iba intensificando, de pie en su teclado, la también componente de grupos ya tan aplaudidos como Serpiente o Mazmorra, defendía su vulnerabilidad a través de unas melodías y cantos sinceros y sencillos, los cuales acompañaba de palmadas y silbidos que nos volvían a recordar algo de lo terrenal de lo humano.
En el playlist de Verde Prato, encontramos canciones populares versionadas, como “Galtzaundi”, la cual nos cuenta que siempre había escuchado en el carnaval de Tolosa y arrancó a darle un aire personal para Markina, o “Ostatnia Niedzela” un tango ruso de Mieczyslaw Fogg de los años 30 que conoció a través de una película y que le atrajo por su temática de desamor, la cual, como nos explica Ana, trata de un amante que se ha dado cuenta de que su amada ya está con otro, y le pide un último domingo una y otra vez: “ostatnia niedzela”, al parecer significa justo eso, “ultimo domingo”. Junto con estas versiones de cantos populares, también encontramos temas íntegros de la artista, con títulos tan familiares y cercanos como: “Amaren kanta”, “Mutilaren kanta”, “Anaien kanta” y “Neskaren kanta”. Toques de lo popular y conocido que generaban una cercanía aún mayor hacia una joven y solitaria Ana, que parecía revelar con crudeza una sabiduría de años sobre las grandes temáticas de la vida.
El dulzor y sencillez de las melodías y voz de Verde Prato, con algunos toques de reggaetón y bossa nova, nos imbuía en un ambiente algo más festivo pero que iba llegando a su fin, intensificado éste con una lluvia cada vez más molesta, pero que ya no parecía estorbar a un público que se había mojado del todo llegados hasta aquí.
Verde Prato despidió así esta especial jornada de Harriak, dejándonos la posibilidad de un nuevo encuentro con la que es también pintora, el 27 de septiembre en Muelle, junto con Hezurra y Noela Covers ft. Manchurrón.
“Ereregiz doinuak”, un título con sonidos pero sin significado. Edo hobeto esanda, esanahi guztiak doinuen bidez eregiten joan den programa.